Desde mi punto de vista, aparte de ser tremendamente ofensivo, es irreal el decir que una persona puede llegar a ser negativa o tóxica para otra persona. Por un lado, cada uno de nosotros atravesamos por momentos en la vida en los que estamos más o menos acertados o poco atentos a nuestro alrededor. Por otro lado, es nuestra responsabilidad ponernos al alcance emocional de personas que estén pasando por esos momentos.
Toxicidad
De más está decir que aquí no estamos hablando de crueldad ni de patologías antisociales. De lo que hablo es de hacernos responsables porque la suposición de que existen personas tóxicas nos redime y eso no nos ayuda a tomar consciencia de que somos arte y parte.
Negarnos a nosotros mismos o a los demás nuestra sombra es tan injusto como decir que una persona es buena o mala siempre. Somos seres cíclicos que pasamos por momentos confusos, no siempre estamos centrados y en ese descuido nos compartamos erráticamente. Es decir, todos tenemos la misma capacidad de ser tóxicos y es preciso que aprendamos a gestionar esto en dos direcciones: no permitiendo a los demás ni a nosotros mismos traspasar el límite del daño.
Lo realmente tóxico es creer que los demás son los culpables de nuestro propio malestar. La verdad es que no sabemos poner límites a tiempo y permitimos que nos invadan, que nos manipulen emocionalmente o nos sentimos culpables de todo lo que ocurre en el mundo. Y echamos culpas fuera diciendo que tal persona es tóxica en vez de darnos cuenta en qué hemos fallado, cómo hemos permitido que dicha persona cruce el umbral de nuestra tranquilidad y bienestar.
Antídoto
Siempre es preferible tener la solución en nuestras propias manos. Para ello es preciso tomar consciencia de que creer que los demás son responsables de gran parte de nuestro malestar no es ni acertado ni real. Nuestras manos están llenas de soluciones y antídotos, solo hace falta darnos el permiso de escucharnos y hacernos cargo.